lunes, 27 de mayo de 2013

PEDAZOS DE HISTORIA

En un recorrido agotador llegamos a la casa de doña Martha, una anciana de más de ochenta años que luce agotada al abrir la puerta. Ella nos conduce a través de un angosto pasillo que culmina en un amplio patio rodeado de begonias y geranios; un árbol de manzanas y una pequeña fuente enmarcan el bello jardín. Del lado norte del patio se encuentra la antigua casa que resguarda el preciado tesoro, gruesas columnas sostienen el tejado del corredor mientras que anchos muros le dan gran solidez a la estructura.

Nos acercamos despacio hacia adentro de la habitación, mientras nuestros corazones se emocionan por conocer una de aquéllas piezas históricas que tanto hemos buscado. La anciana nos invita a pasar al pequeño cuarto mientras mi mano izquierda quita presurosa la cortina que nos separa; en un movimiento rápido entro al aposento y al incorporarme totalmente quedo maravillado por el gran descubrimiento. Hemos hallado una de las piezas.

Una vez que regreso en mí a causa de las frases de admiración de mis compañeros, contemplo conmovido aquélla gran obra; es una pieza de gran calidad que describiré un poco más adelante. Lo importante es contextualizar al lector del sitio en el que la encontramos. Una habitación antigua con una pequeña puerta de acceso y un tragaluz circular conforman todo el resguardo. Los muros de adobe recubiertos con cal muestran que el tiempo no ha pasado en vano. La pieza que buscábamos se encuentra al fondo del cuarto, en un sitio en el que se resalta su majestuosidad de manera imponente.

Una observación directa me permite darme cuenta de las características de tan importante hallazgo. Es un pedazo de retablo de madera finamente tallada y decorada con un baño color dorado. Tiene unos dos metros de alto por tres de ancho y posiblemente fué elaborado en el siglo XVI, en el que la orden dominica erigió el templo y el convento sobre el valle.

La pieza posee una singular belleza que contrasta con la sobriedad de la decoración, la cual consta de la imagen de un fraile y una pintura al óleo que representa el bautismo de Jesús. Una serie de grabados y nervaduras enmarcan la alegoría, al tiempo que la flor de lis, símbolo de la orden dominica remata el cuerpo de la estructura. Ésta pieza pudo haber estado ubicada en el bautisterio del templo.

Después de realizar las anotaciones correspondientes y de tomar algunas fotografías nos retiramos del lugar, agradeciendo a la señora que nos permitió catalogar esta hermosa pieza. Cuenta la historia que cuando los frailes del antiguo convento vieron que los nueve retablos que lo decoraban eran muy sencillos, los mandaron a quitar para poner unos más decorados; sin embargo su empresa falló y nunca pudieron reponerlos.

Las piezas del antiguo retablo fueron repartidas a los pueblos de los alrededores y algunas fueron otorgadas a particulares en calidad de resguardo. Muchas de éstas piezas han sido destruidas por el tiempo o por la ignorancia de las personas, pero también hay muchas que persisten hasta nuestros días en muchas de las casas del valle. Las piezas han pasado de generación en generación y se han convertido en parte de la vida de dichas familias. Éste patrimonio artístico sigue vigente y vale mucho la pena conocerlo.

Daniel Osorio.

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