Pude ver el rostro de la señora con un gesto de gran esfuerzo, así cargando a la niña cruzó el periférico, caminó aprisa, supongo que era por el temor de que el semáforo cambiara de señalamiento. Seguí observando el esfuerzo que hacía a cada paso… el taxi arrancó y nos fuimos.
En el camino no pude evitar recordar a cuantas personas en las mismas condiciones conocí alguna vez, eran un número considerable las personas y sobre todo niñas y niños que estaban en la lista de espera por una silla de ruedas en el DIF o el Teletón. Sin embargo, aún ya ingresados la espera era larga, mientras tanto no tenían cómo moverse.
Los padres de estos niños a diario llevaban cargando a sus hijos a la escuela, la mayoría no tenía automóvil propio, nos contaban cómo subían camiones a cuestas y cómo algunas personas los ayudaban. Las mamás de los niños eran quienes en su mayoría se encargaban de esta labor.
Cada día nos hacíamos la misma pregunta ¿qué hacemos por ellos?, nosotros no somos del gobierno, no podemos apresurar trámites ni asegurar que les dará aquél medio para poder hacer más fácil su transportación. Sin embargo, podemos ayudar en cada ocasión que nos sea posible, tal vez no tenemos la fuerza, la posibilidad o el tiempo. En lo personal no podré hacerlo siempre, pero cuando tenga la posibilidad espero no pensarlo dos veces como esta vez.
Marisela de Jesús Zárate Ramírez
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