A todos y a nadie.
¿Qué vas a decirme viento
con tu voz tan queda?
Dímelo, estoy atento,
permanezco en espera.
¡Grítamelo! no importa
¡Rómpeme los oídos!
el dolor no puedo sentirlo
pues converso contigo.
Dame suficiente inspiración
para terminar mi poesía,
mira que mi aflicción es tu aflicción
y tu alegría, mi alegría.
No te complazcas, viento,
al contemplar mi tan grande angustia
no me des descontento
como la gente, como la mustia.
Cuéntame de tu suerte
y, juro, he de hablarte de la mía
dime si llegaste a la muerte
o si , como a mi, te falta la vida.
Ansiaba estas palabras
y ya me han llegado
pero ¿Por qué se escuchan huecas
como un grito ahogado?
¿como el que tengo en las entrañas
hace tiempo atorado?
¡Contéstame! ¡Contéstame!
¿Por qué palabra no articulas?
no me lo puedo explicar
¿a caso mi voz ya no escuchas?
¿O no me quieres escuchar?
No agonices mi querido amigo,
no enmudezcas todavía,
no quiero que converjas conmigo
en la carencia de vida.
Dime ya, te lo pido
cualquier cosa que quieras hablar,
juro que será aplaudido
hasta el más simple musitar.
Dime viento eterno
¿qué te ha dicho la luna?
Dime si hay infierno
o existe eterna fortuna.
¿Qué se siente ser libre?
¿Qué se siente ser feliz?
¿Qué no pasar hambre
ni arrastrase como lombriz?
¡Dime lo que quieras!
¡Dime cualquier cosa!
si es que aman las fieras,
o si es que odian las rosas.
Habla, por Dios te ruego,
no seas como los demás,
mira que soportar no puedo
ya está ansia tan procaz.
De tanto pedir respuesta,
me he quedado sin voz,
te vas como el sol en su puesta,
¡qué sufrimiento tan atroz!
De tanto suplicarte,
ahora caigo en cuenta,
no puedo razón darte,
ni tú a mí respuesta
Y es que concluyo,
amado hermano viento,
que, al igual que tú, yo,
desde hace mucho tiempo,
también estoy muerto.
Eduardo Maximino Raymundo
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