lunes, 10 de junio de 2013

Reseña de Un Triste Rey Olvidado

Hace algún tiempo estaba temeroso de soñar. Evitaba a toda costa cualquier acercamiento con los demás. Realmente no sé qué pensaba sólo tenía esa sensación de miedo en mis venas; recorría mi cuerpo y después mi pensamiento, manteniéndome a raya de cualquier persona. Creía saberlo todo y creía que no era necesario acercarme a los demás. Al final especulaba que ya no podría aprender mas. Conocía todo lo posible en este mundo y por lo tanto no solía tener relaciones con los demás, me bastaba decir un “hola” y rápidamente me alejaba. Cuando se me acercaban los mantenía fuera de mí, me engañaba.

Construí enormes muros que en vez de darme una poderosa defensa sólo me mantuvieron en cautiverio, en un delicioso confinamiento. A pesar de saberlo todo y ser un ser superior no podía entender el porqué de mi miedo, aquel es uno de mis más viejos compañeros que siempre se encontraba alterando mi forma de ser. Al menos eso creía.
Gaste múltiples días, meses y años pensando como deshacerme de él porque me estaba agobiando segundo tras segundo. Deje de comer y deje de ver, más tarde deje de sentir y por ultimo deje de vivir. Me convertí en un monstruo que únicamente se movía para alimentarse y no hacía nada en lo absoluto para disfrutar la vida, la cual aborrecía. Sólo me había traído temor, angustia y problemas; desgarraba mi cuerpo con cada amanecer, desangrado no tenía elocuencia en mi sentir.
Vivía en la torre más alta de mi castillo. (Si es que se le podía decir así "vivir")Abandone a mi gente y me recluí ahí, solamente pensando en cómo librarme de mi temor; pronto mi pueblo comenzó a morir, ya no había alimentos, en el pasado fueron derrochados para recuperar mi vieja gloria.
Mi antiguo imperio legendario ahora era un triste recuerdo, una simple alucinación que se ayudaba a sí misma. Alto y solitario a veces me asomaba por la ventana, cubierto para no recibir las flechas del pueblo. Suponía que eran unos tontos ignorantes y me disponía a regresar de nuevo a mi labor de investigación.
Soles y lunas bajaron. Pero no encontraba la respuesta, y las reservas de alimentos en la bodega disminuían con el pasar del tiempo. Mi único propósito era descubrir la verdad, era por lo único que mi físico se mantenía en pie. Debilitado pero no vencido seguía pensando, repitiendo mis labores cada día y asomándome de vez en cuando por el tejado.
Pasaron años y décadas también sin encontrar la respuesta. Decidido baje a buscar a mi corte sagrada; rendido por no haber encontrado ninguna pista o indicio alguno que me llevara a mi objetivo baje de mi torre más alta. Pase por el comedor, donde antaño se celebraron grandes fiestas y junto con mis amigos departíamos con los banquetes más exquisitos de esta realidad, ahora no era un triste lugar, lleno de telarañas y platos fríos esperando estar repletos.
Mi lugar estaba vacío y sucio, pidiendo atención. Me senté y mire hacia adelante, el lugar de mi reina estaba ocupado por un cadáver, un esqueleto con ropas reales. De los restos se encontraban algunos vestigios de su belleza. Conserva un poco de su cabello, su piel es fríamente pálida, aun porta su corona. Baje la mirada y encontré su copa llena, lo que llamo mi atención. Al acercarme me di cuenta que esta estaba casi vacía y lo único que quedaba era veneno.
Me quede perplejo unos momentos observándola. Volteando a ver los lugares de mis amigos también vacíos entraba en trance y justo cuando empezaba a reflexionar; mi amargura me pidió continuar en busca de mi respuesta.
¡Tenía que llegar a mi corte! Seguí desplazándome por el castillo, cada recinto encrudecía la desolación en tal lugar sagrado.
Después del recorrido por fin había llegado a mi corte, abriendo con gran energía las puertas como acostumbraba entre, pero no encontré a nadie como antes, sólo una nota, la mire un minuto silencioso y decidí quemarla.
La frustración se apoderaba de mí, haciéndome gritar palabras al viento buscando reivindicar mis sentimientos:
-Ingratos me han abandonado! Me han dejado y no sé qué hacer, aun no conozco la razón de este miedo abrumador que ha llenado mi vida de frio y soledad.
Después de unos escasos segundos el abismo del silencio empezó a consumir la sala real. Un sujeto que vestía un traje de misionero se presentaba con una reverencia. Con una sonrisa abominable, una sonrisa que se encontraba congelada en su rostro y que parecía apuñalar mi corazón como un filo de diamante. "Frio" era su nombre, Frío era un personaje desconocido. Sin embargo respondió:
-Yo te he acompañado todo este tiempo, ni siquiera te diste cuenta de mi existencia. ¡Iluso!, aunque ya has aprendido todo lo que puedo darte seguiré contigo. ¡Hasta que ambos nos larguemos de este imperio!
Con los huesos tiritando y al borde de un paro cardiaco tosía a la par que sentía que ra envuelto por la locura: ¿Quién eres?
Tengo que salir de aquí. Iré de nuevo a mi torre, ¡Tengo que terminar con esto de una vez por todas!
Corrí las escaleras sin tener energía, llegue a mi habitación y me puse a mirar los viejos pergaminos y libros que había reunido durante mis viajes. Ninguno me aportaba pistas.
En el bullicio y con hojas de papel en el aire escuche la voz de una mujer:
-Las respuestas no están aquí querido, todo este tiempo juntos en esta habitación y nunca habíamos hablado- Sonrió.
Mi mente estaba fuera de sí, era seguro que estaba alucinando: ¡Lárgate maldita!
-Puedo irme, pero tal vez eso no te de las respuestas que hemos buscado todo este tiempo ¿No crees?
¡Te ordeno que te largues! Soy el rey nombrado sabio del mundo ¿Cómo te atreves a entrar a mi morada sin permiso alguno y hablar con ese atrevimiento? ¡Este no es asunto tuyo!
-Pero usted me ha invitado señor ¿No lo recuerda?
Eres un demonio ¡Lárgate por favor y déjame solo! ¡Lárgate maldición!
Tire mis pergaminos por la ventana con la desesperación. Ella no se iba, simplemente se quedaba parada en la puerta, no me dejaba salir. Me encontraba con las manos en la cabeza sentado en el rincón, pidiendo que me deje solo, pero ella ya no respondía. Me miraba con una sonrisa macabra.
Acogido con demencia vi la ventana, era mi única salida. Corrí hacia ella pero la mujer no me detuvo, sólo bloqueaba la puerta, mire la caída y supe que no podría sobrevivir a eso, voltee hacia la mujer y seguía sonriendo.
Observe a mi pueblo, abandonado y en podredumbre. Lagrimas llegaron a mis ojos, pero el viento las secaba inmediatamente. Decidí saltar y al mismo tiempo mi torre empezó a derrumbarse, mientras caía en el precipicio observe a mi torre despedazarse sobre mi castillo; que también era demolido por la inmensa torre que había construido.

Llego el momento. La mente se volvió completamente oscura. Había muerto.
Caí en el mar con los ojos cerrados. Me transportaba en un sueño de agua y tierra, flotando en la inmensidad de ese lugar.
Más tarde desperté en la playa, lejos de mi reino. Unos extraños me cargaban por
una selva ahora. Les pedí que me bajaran y les di las gracias. Frio y la mujer se encontraban a las afueras del pueblo al que me llevaban, decidí entrar para dejarlos afuera, sólo se me quedaban mirando. Fui llevado con unos jóvenes en una pequeña tienda, quienes me regalaron comida y exquisitos cuentos sin preguntar de donde había venido.
Me regalaron además sonrisas y un ambiente muy cálido que reconocí. Llegaron pequeñas experiencias en múltiples formas, me había desmayado pero podía ver mi pasado, la gloria de mi reino y de mi castillo que habían quedado atrás. Una pareja se me acerco y me comentaron:
-No sabemos quién eres, pero puedes quedarte aquí, no tenemos mucho que ofrecer pero puedes quedarte todo lo que quieras.
Lloraba de tristeza, felicidad y no sé cuántas cosas más. Les di un abrazo y les regale lo último que quedaba de mi alma.
Quizás lo haya perdido todo, pero esta es una nueva oportunidad para comenzar de nuevo.
En cuanto a Frio y la misteriosa mujer. Bueno los puedo ver a las afueras cuando buscamos alimentos, siempre inmóviles, Frio parece estar enojado conmigo pero nunca se mueve. Además parece que no quiere intentar hacerme daño.
La mujer a veces entra a mi tienda y me hace compañía, pero no hemos hablado desde aquel día en la torre. Aun así ella sigue sonriéndome y yo he aprendido a aceptar su compañía, creo que después de todo. Ella no es tan mala...

Cabrera Molina Alan Daniel.

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