lunes, 10 de junio de 2013

Bosquejo de la primer burla

Hace tiempo, pero mucho tiempo, había en el planeta, hombres y mujeres dispersos en los bosques, vagando por los climas diversos con pocas protecciones. Un día, uno de tantos hombres, divisó una manzana que colgaba de un árbol. Él ya sabía que tenían un sabor dulce, porque alguna vez recogió una del suelo y la mordió. Así, le nació el deseo de cortarla para comerla. Se puso debajo de la manzana, la contempló en su roja altura, alzó una mano, y no la alcanzó. Bajó el brazo lentamente, pero no le quitó la mirada. Mientras hacía esta faena, otro hombre lo miraba a unos cincuenta pasos de distancia, sin que el primero se percatara de su presencia. El que tenía la hazaña de bajar la manzana, pegó un brinco y se estiró lo más que pudo para arrancarla del árbol, pero no funcionó. Entonces, enfureció. Tomó una piedra y la lanzó con todas sus fuerzas a la manzana. Como era de esperarse, no le atinó. Poco a poco, la piedra fue cayendo hasta que se detuvo en la cabeza del intrigado mirón. Inmediatamente, éste se agarró los cabellos e hizo una cara de dolor y empezó a frotar sus manos contra su cráneo. Repentinamente, una cosa muy rara se apoderó del que lanzó la piedra. Comenzó a sentir una fuerza que venía desde dentro [como si dijera -Ah aha ahaa ahaha-] que le sacaba el aire, le hacía brotar agua de los ojos y lo hacía sentir feliz. Se rió por primera vez y se olvidó de la manzana. Siguió andando por el bosque y cada vez que esa imagen, de la piedra golpeando al mirón, volvía a su mente, volvía a risa.

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