lunes, 10 de junio de 2013

La estación del ferrocarril.

Antes de convertirse en el espacio cultural que es ahora y cuando sólo era museo, yo solía ir a la estación de ferrocarril casi todos los días, saliendo de la escuela primaria que se encuentra cerca de ahí. Recuerdo que cursaba los últimos dos años cuando iba con un grupo de amigas a jugar a ese lugar. Solíamos estar ahí mucho tiempo, había veces que ahí hacíamos la tarea y después, nos subíamos a los vagones que no estaban acondicionados como están hoy en día.
Jugábamos a que, la que permaneciera más tiempo en uno de ellos “ganaba” ya que entre nosotras contábamos historias de terror que las adecuábamos de acuerdo a las condiciones en que esos vagones estaban y es que, ya casi al anochecer, se prestaban a ser lugares escalofriantes, casa de fantasmas de personas, que según nosotras, habían muerto ahí durante la revolución.
Llegamos a conocer bien esos vagones, cada rincón, e incluso los asientos exactos en donde perecieron esas personas, parte de nuestra imaginación.
La estación, se convirtió en mi lugar favorito de mi niñez y me encantaba ir allá.

En el museo, había herramientas exhibidas que forjaron las vías del tren y mi sorpresa fue ver que, en mi casa, hay unas herramientas muy parecidas a las que se encontraban en la estación. Mi mamá me contó que teníamos familiares que trabajaron en esa estación y que por eso, en nuestra casa hay esas piezas históricas, que hoy se encuentran en el olvido pero que, contienen historias de aquella época del auge del ferrocarril en Oaxaca.


Tania Díaz Ramírez.

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