lunes, 10 de junio de 2013

Esperemos lo que ya llegó

Quería empezar a callar el sol y con él todo aquello que se mueve en este mundo, junto a mi estabas aguardando a que saliera llena de vida aquella gigantesca dadora de vida que llaman luna. Sentados, inmóviles, callados, sin mirar nada más que vidas lejanas, así sin necesitar nada más. En realidad era todo lo que se podría esperar.
Pedimos buscar nuevas esperanzas y las hemos encontrado, sentí caer tormentas y mientras me ahogaban sólo pensaba en lo triste que sería ya no verme reflejada en tus ojos. Sin más me sumergí hasta lo más profundo de esas aguas y esperé aquel momento inevitable, llegó pero por una extraña razón no fue muerte la produjo, llegué a una extraña cueva que creí no tendría salida, sólo empeora pensé.
No pude estar más errónea, caminé y en la orilla de un gran risco al final de la obscuridad tuve que saltar, eso gritaba mi mente, pero no era mi voz sino la tuya. No lo pensé y sintiéndome tan ligera sólo deje mi cuerpo caer, mientras caía ese gran vacío que había dejado la tormenta en mí se iba llenando de nuevos sueños, de nuevas emociones, o al menos creí que eran nuevas, no eran sino las mismas luchando por que no las enterrara más.
Obedecí a esas sensaciones y desperté entre raíces, delicioso olor a tierra húmeda, seguía escuchando tu voz… esta vez me acercaba a lo que creí era el final de mi travesía. Quité la tierra con mis uñas, cansada y al tiempo llena de vida emergí de aquella fértil tierra, caminé descalza hasta aquella gran torre en la que aguardabas a que saliera la luna.
Corrí y te vi tan pálido y cansado, helado de aquél frio que presumiste que hacía, pregunté qué pasaba y sólo sonreíste y respondiste “disfrutaba mientras te esperaba”… descongelé tu cuerpo y de nuevo inmóviles nos quedamos viendo la luna, esperando el comienzo de nuevas vidas.

Marisela de Jesús Zárate Ramírez

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