Ese sonido, esa soledad, calles muertas, árboles secos y aires que bajan de un cerro donde sube la esperanza y baja la tristeza, donde las casas se caen solas de tanto miedo; otros prefieren esconderse.
Donde el único ruido con voces quemadas de aire malo y el latido de un corazón vivo. No sé describir a un hombre joven sentado en esa casa, casi derrumbada, donde la luz de la tarde entra por el pedazo de lo que debía ser ventana. Y hay cosas, estorbo a los lados; las paredes manchadas, no sé... Puede ser de sangre de humo de silencio. ¿Qué importa si es blanco y negro, si hay niebla de un lado y del otro quema? ¿Qué importa si ese hombre llora en una búsqueda desesperante, si apoya sus codos en sus muslos y ve hacia lo profundo y al abrir los ojos de nuevo esta dentro de un ataúd, abrazado a alguien que no es él, y si aun puede echar un vistazo y ver con un ojo un árbol haciendo música con sus ramas muertas tratando de esconderse entre los cerros, teniéndole miedo al atardecer, a las campanas que llaman a misa y que cuando cae la noche las estrellas se hinchan de tanto brillar
de solo escuchar...de no escuchar nada? En realidad de darse cuenta que no importa, porque ya no saldrá de ahí, ya no bajará con un fantasma, ni dormirá con un cadáver que ya encontró lo que en realidad buscaba, su muerte.
Selma
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