sábado, 27 de abril de 2013

CRONICA DE UNA CALENDA URBANA

En la calle había mucha gente. Sin importar que fuera jueves por la tarde y el calor fuera abrumador, la gente no dejaba la calle. Más de media hora estuvimos esperando en la esquina de Santo Domingo. La banda tocaba una canción tras otra, el comienzo no parecía visible. Se me antojó un cigarro, me lo compré. Seguimos esperando. Tuvimos que caminar a la plaza central frente a la iglesia, ahí nos dispersamos. Un cuetero lanzó los primeros proyectiles contra el cielo. La calenda comenzó a caminar, luego la banda de guerra, atrás el puñado de gente mezclado con la banda de viento. Nos juntamos de nuevo. Nos formamos casi al final. Dos cuadras fueron suficientes para que nos fastidiáramos. Doblamos en la calle Manuel Bravo. No agarramos ningún mezcal. Bajamos tres cuadras hacia el zócalo, entre Morelos y García Vigil nos encontramos de nuevo a la banda de guerra, había más gente en las esquinas. Cruzamos la calle imprudentemente para no entorpecer nuestro camino con la calenda una vez más. Dimos seis pasos apresurados, una bola de fuego cayó de los cielos desprendiendo chispas en nuestros rostros. Corrimos hacia la acera izquierda desconcertados. Miramos atrás, era el cuetero con un torito, blasfemamos en su contra. Seguimos caminando, no nos paraba la risa, en verdad nos vimos muy torpes. Llegamos al zócalo y pasamos sobre él indiscriminadamente. Nos separamos a nuestras casas. Así terminó el día. Fernando Javier Cruz Vicente

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